Cuba: “Borrón y cuenta nueva”

Reflexiones sobre un cuaderno para aprender que ya viene de alguna manera “aprendido
Miguel Díaz-Canel en una escuela primaria de Cuba
 

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La denuncia sacude y asombra:

Niños en Cuba reciben cuadernos de caligrafía utilizados por otros alumnos, y los maestros exigen que borren lo que otro niño escribió para poder ser utilizados”.


 


Esos niños tienen ahora un nuevo reto. Parece un juego. En un proceso que han vendido al mundo como “el más adelantado” y “el mejor”, y que ha puesto siempre como fachada sus pretendidos logros en la salud y la educación, los infantes deben usar cuadernos de caligrafía de otros cursos pasados. “¿Cómo hacemos?”, preguntaron. “Borren lo escrito para usarlos de nuevo”, les dijeron.

Ahora vendrán con lo mismo, que si el criminal bloqueo, que si quieren acabar con la educación, que si el enemigo pretende poner a Cuba de rodillas, y que no llegan los cruceros de los Estados Unidos. Pero la caligrafía es lo de menos, como la ortografía. Lo importante es el espíritu de lucha y encontrar siempre alguna razón para quejarse, y tener a mano al enemigo -a cualquier enemigo- para justificar el desastre, la desidia y la verdadera realidad de esa Isla que ya no da más.

Más allá de que el asunto solamente pueda afectar a una escuela, a un municipio o a un aula en particular, comenzar la enseñanza de esa manera es cuando menos, decepcionante. La emoción de que te entreguen un cuaderno para aprender y que ya venga de alguna manera “aprendido”, es un tortazo en la cabeza. Pero tener que borrar lo escrito, intentando que todo quede lo más limpio posible para poder escribir de nuevo encima, frustra, aunque parezca entretenido.

 

 

Es como aliarse— y sé que exagero—, a la Inquisición española, que obligaba a retractarse y “borrar” cualquier conocimiento humano adquirido que contradijera lo divino. O, para estar más actualizados y modernos, el proceder de los partidos en el poder en cualquier dictadura o gobierno totalitario cuya “fe” no admite enfrentamientos ni dudas.

Parece el colofón de otras dos noticias que se hicieron virales, opiniones de dos altas dirigentes del Ministerio de Educación, la primera, la viceministra de Educación Superior de Cuba, Martha del Carmen Mesa Valenciano, que soltó esta granada totalitaria de que para ejercer el magisterio en las universidades de Cuba habría que ser un “…un defensor de nuestra ideología, de nuestra moral, de nuestras convicciones políticas” y un “…activista de la política revolucionaria de nuestro Partido”.

La segunda, la mismísima Ministra de Educación, Ena Elsa Velázquez, que lanzó una piedra al aire teniendo, como se ha ido descubriendo “el tejado de vidrio”, cuando tuiteó –oh, qué pésima costumbre han adquirido- que “Los que no viven en Cuba no tienen derecho a criticarnos”. Y remató: “Aceptamos las críticas de los que están junto a nosotros y están dispuestos a compartir nuestras carencias y buscar soluciones”.

Supongo que entre esas carencias esté el repartir cuadernos de caligrafía escritos, y documentos que también requieren la goma de borrar para despojarse de la vergüenza de lo que grabaron sobre el papel. Es decir, hay que estar en Cuba y saber usar la goma de borrar.

Lo cierto es que así anda el potaje. Esas lastimosas declaraciones de las dos “hijas del proceso revolucionario” son dolorosos ejemplos de la política excluyente que practica el Partido Comunista de Cuba, temeroso de escuchar argumentos contrarios a sus dogmas. Dan lástima esos disparates que posiblemente sienten de verdad, lo que las hace más aborrecibles porque tienen el poder de juzgar y destrozar carreras y vidas. O sea “pueden borrar”. Esa actitud, de ellas y del gobierno cubano, es fascista y discriminatoria.

Pero si fuera de ese modo sería bonito soñar que los niños comenzaran a dejar en blanco lo que antes había borrado el gobierno cubano de esa pasión desmesurada -en los demás- que llaman revolución cubana, y que utilizó un hombre y sus acólitos con él, para que las nuevas generaciones no conocieran el pasado y así evitarles el mal trago de comparar y tener sus propias opiniones.

Más que dolorosa, la noticia es esperanzadora porque anuncia que ha llegado el tiempo de hacer “borrón y cuenta nueva”. Que el futuro se encargue y sean los niños los que abran ese camino, y que todo lo que inventaron luego, lo que deformaron, tergiversaron, atrofiaron y desvirtuaron, sería borrado por los más pequeños para comenzar a escribir una nueva historia, ya limpia de polvo y paja, pero sobre todo, despojada de miradas estalinistas, absolutismos, triunfalismos epopéyicos y de ese nacionalismo tan manoseado con el que cubren sus mentiras los miserables.


*Este es un artículo de opinión. Los criterios que contiene son responsabilidad exclusiva de su autor, y no representan necesariamente la opinión editorial de ADN CUBA.

Escrito por Ramón Fernández Larrea

Ramón Fernández-Larrea (Bayamo, Cuba,1958) es guionista de radio y televisión. Ha publicado, entre otros, los poemarios: El pasado del cielo, Poemas para ponerse en la cabeza, Manual de pasión, El libro de las instrucciones, El libro de los salmos feroces, Terneros que nunca mueran de rodillas, Cantar del tigre ciego, Yo no bailo con Juana y Todos los cielos del cielo, con el que obtuvo en 2014 el premio internacional Gastón Baquero. Ha sido guionista de los programas de televisión Seguro Que Yes y Esta Noche Tu Night, conducidos por Alexis Valdés en la televisión hispana de Miami.

 

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